A través de todos estos años y después de haber perdido a mis padres, hermana y a tantas personas queridas, he aprendido a aceptar la muerte tal y como viene, porque no hay nada que yo pueda hacer al respecto para cambiar esta situación; la convertí en una presencia permanente y divina, que me acompaña a donde vaya y en todos los procesos de mi vida.

Aprendí que las personas que amo se fueron y no pueden volver, que habrá diálogos que jamás podré tener, abrazos que no podré dar, consejos que nunca podré recibir y lugares que jamás serán compartidos con ellas; pero en lo más profundo de mi corazón he aprendido a dejar fluir lo que es inevitable, porque al resistirme, me duele y me siento vacía e inútil.

He aprendido a tener una íntima relación con la muerte, a sentir la presencia divina de mis seres queridos, a honrarlos y recordarlos; de alguna forma concluyo que de esta manera siguen presentes e inmortalizados en el recuerdo.

Con amor,

Juliana Echavarría Jiménez.